Aburrido de mi idioma
De mis palabras
De mis imágenes.
Busco el incasable despliegue. Incesante.
Me sumo al mundo o a un mundo.
Y todo vuelve, sepultado.
Odiando desperdiciar un talento
Y aún más
utilizarlo.
Años en el mismo cántico
Y del terremoto aun no surge nada.
De la imagen, de la experiencia, de la oscuridad y la luz.
¿Dónde está la luz?
Enceguecido por lo improbable
Con la férrea obligación autoimpuesta
Siempre insuficiente por y para todo
Aniquilado.
Entumecido de la rabia
Acorralado.
Siempre
Siempre
Siempre
Viendo la fuga, acariciándola.
Permaneciendo. Ideando.
Buscando conspirar.
Cómplices, tú, dónde están mis cómplices
¿Nos quedamos en la obscena resonancia?
¿En la estela del lazo hace mucho tiempo extinto?
¿En su espejismo, en su huella, en su traza, en su falta, en su ausencia?
Dónde están mis cómplices.
La vida en problema.
La voluntad en modificarlo todo.
La imposibilidad en hacerlo desaparecer.
Un acomodo.
Todos necesitamos respirar.
¿Y se puede todavía?
La fuga.
Ansiada y temida.
Incomprendida.
El arma está ausente, pero preparada.
Siempre hay cómplices.
La estela del lazo es lo que tenemos.
Ideando. Permaneciendo. Persistiendo.
Escapar de la muerte para arrojarse a una más definitiva.
¿O habría que dejarlo así?
¿Dejarlo ir?
¿Acabarlo todo?
Aburrido de mi idioma
De mis palabras
De mis imágenes.
Compulsivo. Repitiendo. Reptando.
Abrumado. Adolorido.
Nada se acaba. Nunca.
Todo titila hasta la locura.
No hay libertad. No hay estado a alcanzar.
Hay modos de hacer.
Hay elecciones. Siempre contra uno. Siempre.
Por qué olvidarlo.