César Bringas (Puebla, México, 1990): traductor y poeta, pasante de la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica en la BUAP, ha colaborado en las revistas Círculo de Poesía, Los Idus de Marzo, New Wave Vomit, New Spleen, Cosmonauta, Revista El Humo, Enter Magazine, El Mosco Garañón, Cinco Centros, Alternativas, Lado B, Cráneo de Pangea, Guía OCA. Fue becario del Festival Interfaz 2014 en la rama de poesía. Ha ganado el VII Premio Nacional de Poesía Desiderio Masías Silva, el Primer Premio Nacional de Poesía LGBTTTI, y los LII Juegos Florales de la Revolución Mexicana. En 2007 quedó en la lista de honor del Premio Jordi Sierra i Fabra para Jóvenes Escritores. Su trabajo se ha antologado en los libros: Antología Necesaria, Migraciones y Bajo las palmas. Publicó el poemario Limosna para los pájaros en 2015 con Editorial Montea. Becario del PECDA en la categoría jóvenes creadores 2015-2016.
LOS MERCADERES DEL TEMPLO
¿Qué pensaron? ¿Qué correría? Alguien más tiene la batuta.
Mis maletas se las llevaron en otra mudanza, que no fue la mía.
Alguien trabaja. Alguien guardaba para ti, la sábana tendida bajo el sol.
Alguien me prometió que la tierra y los golpes contra
la tierra no dolerían así.
Así: se le llama madurar.
Arar la tierra. Guardar la casa. La llave que destruye todas las llaves entre los pechos, al lado del corazón, un vaivén erróneo,
como soldado que pierde el paso. Las paredes de tus malos sueños te protegen de los muertos.
Mi vientre es de ballena,
mi vientre está vacío no hay inquilino que pague la renta, quizá no lo haya nunca. Alguien dice que a nosotros no nos avisaron
pero sí lo hicieron.
Lo hicieron cuando se llevaron las maletas.
Cuando se secaron las plantas del jardín de atrás porque nadie velaban por ellas. Dime, hija, qué es lo que te falta
ahora. Qué es lo que te duele
ahora.
Dime, hija, dónde escondiste los muertos de tu batalla
¿en cuál orilla boca abajo?
Yo estudié leyes dos años y medio. No me arrepiento. ¿Qué es lo que te
falta ahora?
Conozco el sabor de la tierra. El color del carbón.
Me acusaron de vender lo que se pudiera vender y no estuviera atado,
como mi memoria, aquí en este departamento que es
mi pequeño reino. Mi atalaya. El vientre de la ballena.
A esta edad con nuestros años, dime, hija ¿qué esperabas de la vida?
CIERTAS COSTUMBRES EXTRAÑAS,
las de algunos hombres después de coger,
como la de cantar. Ciertas costumbres extrañas, las de algunos
hombres, como la de meterse en mis sueños y cantar: yo no sé mañana
después de la niebla, después de meterse
entre mis ojos, impidiéndome ver.
No importa que rompa las botellas y use luego
los fondos como gafas. No, no importan las extrañas costumbres de algunos hombres después coger.
Importa quizá el llanto
o el intento de llanto después de una mañana donde nada se sabe
salvo las ciertas, extrañas costumbres
de algunos hombres.
De frente el bulto. El terror. La casa pequeña.
Uno sobre otro sobre otro: las locas liosas de boca amplia, de cadera para abajo y por detrás bocas amplias que eran grandes oradores,
de péndulos colgando entre las piernas: uno sobre otro sobre
otro: las caderas secas, los cuellos trenzados, las manos: así
tan así tú y yo juncos jóvenes bailábamos al son de Juanga
una noche se quemaba en mi garganta: una dulzura de sal y tierra seca: se quemaba en mi garganta: el silencio inocente asesino.
Los besos no te tocan las agujas sí. Volví mi cuerpo muñeco de vudú. Tengo tres en el corazón.
Vengo arrastrando mis huesos y mi hígado ¿lo oyes? cañería obstruida vengo sobre el vientre del niño que fui. Ahora soy el adolescente envejecido el junco joven
doblado sobre su peso que es el peso de tu cuerpo junto al mío
ANTE EL BUDA SONRIENTE
Yo también
le sobaba la panza
al buda, en su habitación
la tercera vez que estuve.
Ayúdame, le decía, ayúdame. Amparado por la pared que ocultaba la cocina
y lo ocultaba a él. Decía: me lo regaló un amigo.
Yo tenía celos de ése amigo, un desconocido, que le regalaba cosas
para su casa, que bien podría haber sido nuestra casa.
Pero no, qué locura, nunca me he visto dejando mis cosas por
el piso de alguien que no sea el mío.
¿Lo sabías, Buda? sí, no tengo paciencia
ni suficiente cariño, no tengo más que fruta
comenzando a pudrirse en el cajón de la nevera
porque nadie dijo nunca: nadie dijo que sería
fácil o sería útil tallar la barriga de una
estatua pidiendo lo que nadie nunca dijo
que sería fácil ni útil: el cariño de alguien más.
Sí
tú lo sabías, Buda, bien que debías saberlo
mi falta de empatía hacía él y a su manera de
comprender el cariño de alguien más.
Por eso no hiciste nada, por eso me señalaste
con su mano mi ropa interior y con su voz
dijiste: nadie dijo que sería fácil, nunca nadie
lo dijo.
Bien que lo sabías.
¿Verdad, sonriente Buda?
LAS SEMILLAS DE MI GENERACIÓN
Todos ellos ya tienen hijos, sentados delante de mí
en el bus. Los veo cada día al ir hacia el centro, no de la vida
pero sí de ésta ciudad de provincias. A algunos los
reconozco de antes: Secundaria interrumpida. Preparatoria diversa.
La Universidad con las puertas cerradas.
Todos ellos y sus hijos. De ellos nada se espera
me dicen: sólo que sigan reproduciéndose.
Pienso: cuando pensar en el éxito era fácil y más
aún decir: el éxito es fácil. Nos esperaba la vida.
Pues somos la generación
del futuro: el futuro: de ellos y el mío. Años luz desperdiciados.
En qué momento: pienso: cuándo fue.
¿Después, tal vez, de las risas y las fiestas?
¿O de los juegos de manos calientes y hormonas
que aprendían a controlarse? El futuro.
No sabíamos lo que era y no importaba: el futuro:
o no: el fracaso.
¿Por eso se detuvo el tiempo para mí? Yo nunca
lo quise. A veces volteo y nos comprendo.
La caída de los años: la luz.
Aprendíamos la tabla de los elementos y lo sencillas
que eran las pasiones de adolescentes con
clases bien marcadas, turno de tarde o la mañana:
descubríamos la noche con las piernas abiertas.
Nos enseñaban a mentir.
No sabíamos de qué se trataba.
Brincábamos la cuerda floja de la juventud. No nos interesaba
de qué iba y bebíamos de la copa mientras besábamos
el diccionario y los estudios rápidos de chicos y chicas
de cuerpos como escenarios, donde aprendíamos a fingir
que ya lo sabíamos todo de la vida y por eso no nos
importaba el futuro: o no: el fracaso.
Los veo a casi todos, delante de mí en el autobús,
camino al centro, no de la vida pero sí de
esta ciudad de provincias: o no: del fracaso.
No sabíamos lo que era y por eso no nos importaba.
Los poemas y autores que se presentan a continuación, se enmarcan en el proyecto “Inmediatez en Tensión; antología de jóvenes poetas Mexicanos”, compilado por el poeta chileno Fabián Burgos, a publicarse el año 2017 por editorial “Los Perros Románticos”.